
JONAS, Con un diario gesto de abrir y cerrar puertas, con un simple regalo, ya llevaba entre sus manos signos de su propio claustro, el cotidiano andar lo lleva a la boca de un enorme monstruo, ( el armario), Inocentemente lucido, se introdujo en la garganta, luego en el vientre y fue allí donde se dio cuenta que el amor era finito. El palomo enamoradizo fue arrojado vivo al rincón de los olvidados.
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