
La otra vez vi como traicionaron a alguien. Observé los movimientos de la traición, una cara de sorpresa, una cara compungida, una cara lastimada, herida, una cara violenta, me gustó la cara violenta. Aunque también la compungida. Pero creo insuperable la cara herida. Y me saltó una lágrima resbalosa. Me dolió de verdad. Imaginé cuchillos por las espaldas. La otra vez vi como traicionaron a alguien. Lo vi con mis binoculares, con mi zoom fotográfico, con mi lupa en un memorable primer plano. Imaginé y soñé que era víctima. Pedí un Jonnhy Walter en las rocas, prendí un Lucky Strike, vacilé el Surround moviendo la cabeza suavemente y la esperé. Había que salir a la calle. Había que tomar un taxi y perderse. Hablarle a los extraños, sin esperar a nadie. Rasparse las rodillas, entregar la carne, dejar que fluya la sangre. Nunca lo entendí, nunca me sucedió. Es heavy darte cuenta que te puedes emocionar al ver la vida de otros. Ver y sentir el triunfo de otros con sólo mirar. Entonces me presentaba como El Voyer a secas. Yo soy El Voyer y nada más. SOY YO MISMO QUE ME ESTOY MATANDO.
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