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Es en este estreno cuando Strauss ve la representación y decide llevar el texto de Wilde a la ópera. El tema escabroso, las formas sexuales de la protagonista, la profundización y mutación de un tema colateral de los Evangelios, son en opinión de Strauss un material sublime para una obra de fin de siglo, por ello encarga las oportunas modificaciones a Hugo von Hoffmannsthal, que la hagan apta para su estreno.
La sociedad puritana, en principio, no la recibió bien, pero hubo con el tiempo de doblegarse a la riqueza y categoría musical de la obra que se constituye como una de las joyas musicales del expresionismo alemán.
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